Sé que no me preguntaste, pero si lo hicieras, te diría que Introspección fue mi palabra durante el año que se fue.
Te agregaría que el año que terminó resultó ser todo un viaje de autodescubrimiento. Que Carl Sagan me mintió, pues me dijo que en nuestra vida personal todos los días viajamos de la ignorancia al conocimiento, pero no me dijo que hay un precio qué pagar. Y un día supe lo doloroso que puede ser conocer ciertas cosas.
No en vano dicen que quien nada sabe nada teme. Te diría pues que este año temí muchas cosas, pues estando en una posición donde cada nuevo conocimiento trajo más inseguridad y mayor incertidumbre, llegué a un momento de este viaje donde encontré el punto en que puedo romperme.
Y sí, también te esgrimiré en defensa que, mientras un hombre aprende a callar y siempre ser fuerte, nunca se le enseña que también puede romperse y derrumbarse. Y así paso, pues toda la certeza que tuve de quienes me rodeaban, un día sucumbió.
Aun con esas pérdidas, te diría que también puedo agradecer. Pues pude abrirme a nuevas personas y volví a sonreír y disfrutar de cada nuevo día. Vi que nada hay de malo en ser un soñador que no anda por el mundo desconfiando de la gente. Porque mientras haya quien se retire y deje su lugar, siempre llegará alguien más dispuesto a ocuparlo para acompañarte en este viaje.
Ale, tu sonrisa siempre me dice que eres la primera abordo. Todos los días procuro enseñarte algo nuevo y que entiendas que la importancia de tus preguntas está en la profundidad de las respuestas.
El cielo nos llama, y si antes no nos destruimos, algún día nos aventuraremos a las estrellas.
Todo eso te diría. Claro que, sé que no lo preguntaste. Así que sólo te diré, feliz año nuevo, hija.